Jornalero

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Trabajadores de una explotación agrícola australiana a finales del siglo XIX.
Campesinos rusos empobrecidos, que se ofrecían como jornaleros (fotografía de finales del siglo XIX o comienzos del XX). La abolición de la servidumbre en Rusia (1861) trajo consigo una diversificación de la condición social en el campo: los que progresaron se convirtieron en kulak enriquecidos, mientras que los más desafortunados se empobrecieron.
El ángulo sureste de la Plaza Mayor de Madrid en tiempo de siega, ilustración de Francisco Ortego para El Museo Universal, 1862.
Jornaleras valencianas en un almacén agrícola, 1947

Jornalero, temporero, peón o bracero son denominaciones genéricas para designar a las personas que trabajan por cuenta ajena a cambio de un jornal o pago por día de trabajo. A pesar del origen etimológico de su denominación, para su condición es indiferente o poco relevante que cobren un jornal fijo o un destajo en relación con su producción o el cumplimiento de una tarea determinada; mientras lo que sí supone una diferencia es que el trabajador aporte o no las herramientas o animales de trabajo necesarios (como el yuntero[1]​). Todas esas denominaciones suelen aplicarse específicamente a los trabajadores manuales agrícolas que no tienen posesión de tierras (ni en propiedad ni en arrendamiento), o que no la tienen en cantidad suficiente (minifundio); por ello se ven obligados a ser contratados temporalmente en faenas agrícolas[2]​ estacionales (siembra, cosechasiega de los cereales, recogida de los distintos frutos, como el verdeo, el ordeño y el vareo de la aceituna[3]​ o la vendimia de la uva—, poda, escarda, etc.) por los agricultores que poseen más tierras de las que por sí mismos pueden cultivar. Suelen agruparse en cuadrillas, y es muy frecuente que se desplacen en migraciones periódicas en los momentos de mayor demanda de mano de obra a los lugares donde son requeridos (emigración golondrina).

Aunque a veces se utilizan las mismas denominaciones para designarlos, suelen reservarse otras para los trabajadores de la industria o la construcción, llamados obreros (o trabajadores de cuello azul diferenciados de los trabajadores de cuello blanco); mientras que para los trabajadores de otras artes mecánicas o manuales, tradicionalmente consideradas de mayor especialización, se utilizaban otros términos, como artesanos o menestrales, y para los de los servicios existen múltiples denominaciones atendiendo a su función y cualificación, siendo la más humilde la de criado. También hay una diferencia de matiz, marcada en el Diccionario de la Lengua Española, que especifica que peones y braceros son trabajadores no cualificados, cuyas tareas "no requieren arte ni habilidad".[4]

Gañanes y gañanías[editar]

La figura del jornalero está profundamente vinculada a los grandes latifundios del sur de España, y especialmente de Andalucía. En algunas comarcas andaluzas, a los jornaleros de la temporada de siembra o gañanía,[5]​ se les denomina gañanes.

De la denominación "gañanes" para los jornaleros andaluces (cuya etimología es árabe) se deriva la de gañanía para el conjunto de los gañanes y para el tipo de vivienda rural que les alojaba, que en otras zonas de España (concretamente en Salamanca, según el Diccionario de la Lengua) es sinónimo de alquería ("casa de labor" o "caserío", definiciones similares a la de ""cortijo" -"finca rústica con vivienda y dependencias adecuadas, típica de amplias zonas de la España meridional"-).[6]​ En todo caso, las fuentes describen las gañanías como estructuras donde la vida de los gañanes se hacía aún más penosa por el aislamiento, el hacinamiento y las malas condiciones de habitabilidad.[7]

Figuras similares en otras culturas[editar]

La palabra "gañán" tiene uso en Chile para denominar al huaso contratado por un patrón. Se asocia a labores del campo, tanto ganaderas como agrícolas. Es homólogo a otras figuras más identificadas específicamente con la ganadería y la doma de caballos, como el chagra ecuatoriano, el chalán peruano, el charro mexicano, el gaucho rioplatense, el llanero colombiano y venezolano y el vaquero del oeste norteamericano.

Problemática social - Interpretación marxista[editar]

Hospital de Jornaleros de Madrid, fundado en 1906 como paliativo de beneficencia a los graves problemas sociales de la época.

Hasta la extensión de los derechos sociales del Estado del bienestar (lo que se produjo en distintos momentos en cada uno de los países a lo largo del siglo XX), los jornaleros no podían mejorar su condición ni progresar en la escala social. No contaban con libertad sindical, derecho a la educación o formación profesional, prestaciones médicas, subsidios de paro ni seguridad social o pensión de jubilación; y todo ello también provocaba entre ellos una escasa esperanza de vida. Según la teoría marxista, les era imposible acumular capital dado que alquilaban su fuerza de trabajo en las épocas de las faenas agrícolas estacionales a cambio de un jornal que solo les servía para saldar las deudas contraídas anteriormente en los periodos de inactividad agrícola. Con frecuencia tenían que emigrar a otras tierras en busca de trabajo, lo que les generaba más gasto. Vivían siempre endeudados y esto les producía una alienación que les impedía romper este círculo vicioso, sobre todo si debían mantener hijos, esposa, enfermos o abuelos. En periodos críticos (malas cosechas, carestías, hambrunas, epidemias, guerras), la conflictividad social estallaba en revueltas campesinas prerrevolucionarias (o en motines de subsistencia o antifiscales de más amplia composición social en entornos urbanos). La extensión de las organizaciones políticas y sociales del movimiento obrero desde el siglo XIX pretendía que el jornalero se hiciera consciente de su situación y tuviera voluntad de cambiarla, adquiriendo la conciencia de clase que le convertiría en un obrero agrícola identificado en sus intereses con el proletariado industrial (que debería ser el protagonista de la lucha de clases contra el capitalismo); en el caso contrario, pertenecía al lumpemproletariado. En todo caso, la función histórica de los trabajadores del campo y de la ciudad fue objeto de debate entre los teóricos y prácticos de la revolución proletaria (bakuninismo, marxismo, leninismo, maoísmo, etc.)

Póster propagandístico del Partido Obrero de Unificación Marxista (P.O.U.M.) de 1936 animando al colectivismo autogestionario de las explotaciones agrícolas: Campesinos, la tierra es vuestra.

Origen histórico (España)[editar]

Aunque en la España medieval ya existían campesinos que labraban tierras de señorío por jornal, esto era una excepción dentro del sistema generalizado de colonato o pechería.[8]​ La crisis del siglo XIV, que causó una considerable escasez de mano de obra y mayores oportunidades de trabajo tanto en el campo como en la ciudad, significó un aumento salarial para los jornaleros agrícolas, mayor que el de los precios, lo que significó un aumento considerable de su poder adquisitivo. Las autoridades intentaron medidas de contención salarial, con poca efectividad, e incluso se recurrió a la compra de esclavos en algunas circunstancias.[9]​ No obstante, la situación de los jornaleros no era envidiable: en el siglo XV se registra en la documentación numerosos créditos a los que tienen que recurrir los jornaleros en los meses de inactividad, y que devuelven con días de trabajo gratuito en los meses en que son requeridos.[10]

Sería a partir de 1500, al producirse una concentración de propiedades por la aristocracia nobiliaria y la Iglesia, unida a la adquisición de fincas por la alta burguesía urbana y los propietarios rurales, que paralelamente acaparaban cargos municipales y exenciones fiscales, cuando un gran número de colonos vieron degradada su condición, empobreciéndose y quedando desplazados incluso del uso de los bienes comunales.[11]​ Los colonos que no podían hacer frente a sus obligaciones se convertían en jornaleros.

La revolución de los precios del siglo XVI da lugar a una situación en que los jornaleros, como ofertantes de mano de obra, presionan por subidas salariales. Los altos salarios en España hacen que se produzca emigración de franceses, que en su país cobran menos. La frase que se repite en varias de las Cortes de la primera mitad del siglo XVI es clara: "antes faltan jornaleros que jornales". En 1565, en un informe del concejo de Horcajo de Santiago se llega a decir que los jornaleros "han venido a pedir tan inmoderados jornales que no se puede por ninguna vía sufrir tan gran desorden [...] y son amigos de holgar muchos días y trabajar muy pocos y ganar en un día para holgar cuatro." La percepción social entre la oligarquía representada en Cortes y ayuntamientos, por mucho que sea opuesta al análisis serio que comienzan a hacer los arbitristas, es la misma que se refleja en la literatura picaresca: las clases bajas quieren trabajar lo menos posible: "por haber tantos vagabundos, no hallan los labradores quien los ayude a cultivar las tierras, ni otros oficiales de la república a quien enseñen sus oficios, que por esta razón es cierto que valen tan caras las hechuras de las cosas, y todo lo que se vende de mercadería y mantenimiento" (Cristóbal Pérez de Herrera, Amparo de pobres -1558-, donde también aconseja: "tengan los labradores peones a buen precio").[12]

Aunque algunos documentos preestadísticos permiten hacer estimaciones con anterioridad (se dice que en época de Felipe II en Castilla la Nueva "más de la mitad de la población era bracera",[13]​ no es hasta el Catastro de Ensenada (1749) que se puede determinar la proporción de la presencia de jornaleros del campo en la Corona de Castilla (2,4 jornaleros por cada labrador), así como localizar su distribución marcadamente desigual por zonas geográficas: minoritaria en el norte (4,5% de la población agraria activa en León, 12,6% en Burgos) y muy mayoritaria en el sur (58,4% en Extremadura, 85,9% en Córdoba), siendo intermedia en la zona entre el Duero y el Tajo (31% en Segovia, 40% en Cuenca).[14]​ La aportación de Pablo de Olavide a la infructuosa tramitación del Expediente de la Ley Agraria (1768) da una propia descripción de su situación:

... braceros y jornaleros. Estos hombres no tienen nada más que sus brazos, y con ellos han de ganar su sustento. Algunos, pero pocos, se destinan a arrendar pequeñas hazas de tierra de dos o tres fanegas cada una, de las que están inmediatas a los lugares, porque, en estando un poco lejos, es imposible que puedan atenderlas. Estas tierras son pocas: su misma inmediación las hace más estimables, porque pueden estercolarse, y los colonos no pierden tiempo en ir y venir. Los braceros son muchos, y toda su ambición está circunscrita a la tierra situada a menos de media legua de distancia. Los propietarios, abusando de estas circunstancias, se la hace pagar a precios exorbitantes, causando dolor que un infeliz bracero pague diez pesos por el arriendo de una fanega de tierra, cuando a media legua de allí se ven millares de fanegas abandonadas, porque ya su distancia y desamparo imposibilita su cultivo. La mayor parte de estos, que es lo que forma la muchedumbre, son jornaleros, hombres los más infelices que yo conozco en Europa. Se ejercitan en ir a trabajar a los cortijos y olivares, pero no van sino cuando los llaman el administrador de la heredad, esto es, en los tiempos propios del trabajo. Entonces, aunque casi desnudos y durmiendo siempre en el suelo, viven a lo menos con el pan y el gazpacho que les dan; pero en llegando el tiempo muerto, aquel en que por la intemperie no se puede trabajar, como, por ejemplo, la sobra o falta de lluvias, perecen de hambre, no tienen asilo ni esperanza, y se ven obligados a mendigar. Estos hombres la mitad del año son jornaleros, y la otra mitad mendigos.[15]

Los jornaleros en Andalucía[editar]

Monumento al jornalero en Archidona.

El número de jornaleros variaba mucho de unas zonas a otras pero, ya desde muy pronto, Castilla la Nueva y la Baja Andalucía tenían una gran concentración de ellos. Su trabajo estaba regulado por ordenanzas municipales, controladas por la oligarquía de propietarios, que aseguraban mediante la escasa remuneración de los jornaleros una mano de obra cercana, endeudada (con frecuencia por el mismo patronaje) y barata, así como un control rígido de los intentos de encarecimiento de los productos.[16]​ En el siglo XVIII la situación en Andalucía y Extremadura era insostenible, pues la continuada concentración de la tierra había generado enormes latifundios, cultivados por una plebe miserable que, contratados por temporada durante el buen tiempo, quedaban sin trabajo todo el invierno.[17]​ El gobierno de Carlos III, consciente del problema, intentó favorecer los arriendos a largo plazo, aunque fracasó en buena medida por la oposición de los grandes propietarios, que temían que ello supusiese una elevación de los precios de la mano de obra agrícola.[18]

La estructura de la tierra apenas varió hasta bien entrado el siglo XX, con una explotación muy pobre. De hecho, autores como Pascual Carrión, indican que, a comienzos de este siglo, en Andalucía, "el 60% de nuestro suelo no se cultiva, el 40% de las tierras cultivadas se explotan deficientemente, y el 79% de las incultas aprovechables, carecen de arbolado. Mientras tanto una gran parte de la población no encuentra trabajo y tiene que vivir miserablemente o emigrar".[19]​ Solamente avanzados los años 1950, se producirá una crisis de la sociedad agraria tradicional, consecuencia del fuerte éxodo migratorio y de la elevación de los salarios como consecuencia del descenso de población activa agrícola.[20]​ Algunos autores cifran entre 1,4 y 1,8 millones el número de andaluces emigrados fuera de la región entre 1950 y 1970,[21]​ y en 500.000 los jornaleros que aun permanecían en el campo andaluz en esa fecha.[22]

Los movimientos jornaleros en Andalucía[editar]

A partir del primer tercio del siglo XIX, la persistencia en la situación de los jornaleros andaluces, que en algunas pueblos de la Campiña del Guadalquivir suponían una amplia mayoría de la población, impulsó el desarrollo de movimientos sociales y políticos. Con anterioridad, se habían producido episodios de insurrección agraria, como el llamado Motín del hambre de Córdoba (1652), aunque nunca encuadrados en ideologías de reivindicación de la tierra.[23]​ Sería tras la introducción del socialismo y, sobre todo, del anarquismo, cuando se sistematiza la lucha jornalera. Así, algunos autores entienden que, precisamente, el anarquismo andaluz fue una respuesta racional, y no milenarista, a una configuración social específica.[24]

En 1861 hubo ya insurreciones de influencia socialista, como la de los campos de Loja e Iznájar, que según algunos autores llegó a concentrar un ejército sublevado de casi 10.000 jornaleros, armados.[25]​ Movimientos anarquistas, se dieron también desde época similar, como la huelga de Jerez de 1873, para reclamar la abolición del trabajo a destajo y el restablecimiento del jornal por día para los trabajadores agrícolas.[26]​ En los pueblos donde la mayoría de la población eran jornaleros (Alcalá del Valle, Benaocaz, Grazalema, los pueblos de la campiña sevillana...), las Uniones de Obreros Agrícolas, anarquistas, llegaron a ser identificadas con la comunidad como un todo.[27]

Grupo de presos acusados de pertenecer a "La Mano Negra" en la cárcel de Jerez, 1883.

Los sucesos conocidos por "La Mano Negra" se produjeron en el bienio 1882-1883, durante una gravísima crisis de subsistencias. La alarma social que se produjo en torno a unos asesinatos y asaltos, y la aparición de un extraño documento que se presentó como prueba de una conspiración de un grupo de jornaleros, desencadenaron una dura represión sobre la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), de ideología anarquista. Los procesos judiciales terminaron con siete ejecuciones por garrote vil, en la Plaza del Mercado de Jerez de la Frontera, el 14 de junio de 1884.

A comienzos del siglo XX, la conflictividad social se recrudeció en el campo andaluz, con grandes huelgas como las de Sevilla, en 1902, o la de Jerez de 1903, que se extendió por toda la Baja Andalucía, o la de 1914, también en Sevilla, que afectó a miles de trabajadores. A partir de la crisis de 1917 y el llamado trienio bolchevique (1918-1921) la conflictividad agraria se dispara: en 1918 se contabilizaron 23.000 huelguistas en Córdoba, en más de 21 huelgas diferentes, y otros conflictos de menor envergadura en Mancha Real, Cambil y, en general, toda la campiña alta del Guadalquivir, hasta el punto de que las autoridades llegaron a ver un "clima revolucionario y de reparto".[28]​ No obstante, los autores desechan que "el sueño del reparto" fuese dominante entre los jornaleros andaluces, que solían situar los conflictos en vísperas de las temporadas de recolección, con reivindicaciones concretas y precisas, relacionadas con las condiciones de trabajo.[29]

Las zonas más conflictivas, en cualquier caso, fueron Cádiz y Sevilla, básicamente porque eran las provincias con mayor porcentaje de latifundios (57,97 y 50,45% de su superficie, respectivamente),[30]​ y por tanto las que mayor número de jornaleros concentraban. Entre 1927 y 1932 se produjeron un gran número de huelgas agrarias en Andalucía, ya con activa participación de los comunistas, especialmente en el verano de 1930, seguidas masivamente en localidades como Osuna, Marchena, Antequera, Torredonjimeno, Castro del Río, Pedro Abad..., culminando con la huelga general del 20 de julio de 1931.

Jornaleros en la cultura y el arte[editar]

Literatura[editar]

... un amo que salió de madrugada a contratar trabajadores para su viña. Acordó pagarles un denario por el día y los envió a su viña. A eso de las nueve de la mañana salió y vio a otros que estaban en la plaza sin hacer nada. Les dijo: 'Id también vosotros a trabajar en mi viña, y os pagaré lo justo'. Así que fueron. Volvió a salir hacia el mediodía y a las tres de la tarde e hizo lo mismo. Y a la hora undécima salió y encontró todavía a otros parados, y les preguntó: '¿Por qué habéis estado aquí todo el día sin hacer nada?' 'Porque nadie nos ha contratado', respondieron. Les dijo: 'Id también vosotros a trabajar en mi viña'.
Mateo 20

o en la del hijo pródigo:

¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
Lucas cp.15 v.17[32]
  • En algunas obras medievales se cita, aunque sea de modo marginal, la actividad de los jornaleros, como la de una condición social degradada:
El conde, viendo que no podía curarse de la lepra, partió como peregrino hacia Tierra Santa para morir allí. Aunque era muy ilustre y tenía muchos y buenos vasallos, sólo aquellos tres caballeros que os dije lo acompañaron. Como permanecieron allí durante tanto tiempo, no tuvieron bastante con lo que habían llevado para mantenerse, por lo que llegaron a tales extremos de pobreza que no tenían nada para alimentar al conde, su señor. Movidos por la necesidad, cada mañana se ofrecían dos de ellos como mozos en la plaza y el tercero se quedaba con su señor el conde; de esta forma se alimentaban ellos y cuidaban al conde.
Don Juan Manuel, El conde Lucanor, cuento XLIV, ca. 1335.[33]
En Bal-hamon su gran viña tenía

Salomón, entregada a los renteros,

cada cual por los frutos que cogía,

de plata le traía mil dineros;

más me rentará a mí la viña mía,

que me la labraré con mis obreros;

mil dan á Salomon y ellos ganaban

doscientos, de los frutos que sacaban.[34]

  • Cervantes hace en El Quijote una descripción de todos los estratos sociales de su época, y entre ellos de los jornaleros, de los que es buen representante Sancho Panza quien, a pesar de tener alguna porción de tierra, es tan poca que debe ponerse a jornal de muchos amos. La posesión de su rucio es para él vital, puesto que le permite acceder a trabajos mejor remunerados que otros personajes más humildes, como Andrés, un pastor de quince años que cobra siete reales al mes y al que su amo le retiene el salario e incluso le somete a castigos físicos. Otros personajes que aparecen son un forastero que la pareja protagonista encuentra de madrugada en El Toboso y que trabaja para un labrador rico de ese lugar; o los segadores alojados en la venta de Juan Palomeque.[35]
  • En Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1614), Lope de Vega describe incidentalmente la actividad de los jornaleros contratados para la siega por un labrador rico. Después de trabajar todo el día en el campo se dirigen al lugar designado para dormir, todos juntos, en el portal de la casa de quien les ha contratado. Allí se entretienen un breve rato cantando y tocando la guitarra, y caen profundamente dormidos. Es significativo que, para conveniencia de la trama, un personaje pueda no ser reconocido por quien le contrata, incorporándose a la cuadrilla de segadores.[36]
  • La postura moral dominante en los literatos del Antiguo Régimen es la valoración de la pobreza como virtud cristiana, como en estos versos de Francisco de Quevedo, "[Dios]... iguala los tiranos fulminantes / con la pobreza vil del jornalero".[37]
  • Por el contrario, ya en la Edad Contemporánea, la denuncia de la llamada "cuestión social" es característica de las obras literarias desde mediados del siglo XIX, entre ellas las de Benito Pérez Galdós:
... la poderosa Sociedad buscaba inspiración en la Justicia ideal y en el sacro derecho al pan, y decretó la norma de jornales del campo, estableciendo la proporción entre estos y el precio del trigo. Véase la muestra. ¿Trigo a cuarenta reales la fanega? Jornal: cinco reales. Al precio de cincuenta correspondía jornal de seis reales, y de ahí para arriba un real de aumento por cada subida de diez que obtuviera la cotización del trigo. Accedieron algunos propietarios; otros no. Los jornaleros segadores se negaron a trabajar fuera de las condiciones establecidas, y en las esquinas de Loja aparecieron carteles impresos que decían poco más o menos: «Todos a una fijamos el precio del jornal. Si no están conformes, quien lo sembró que lo siegue».

Clamaron no pocos propietarios, y al cacicato acudieron pidiendo que fuese amparado el derecho a la ganancia. La cárcel se llenó de trabajadores presos, y tal llegó a ser su número, que no cabiendo en las prisiones, se habilitaron para tales el Pósito y el convento de la Victoria.

  • El artículo El jornalero de Juan Eugenio Hartzenbusch (1839) no trata del campesino, sino que bajo ese nombre realiza la crítica de costumbres de un entorno urbano, similar al personaje popular chulesco conocido como "manolo".[39]​ En cambio sí trata de un jornalero rural su poesía El avaro y el jornalero donde adapta un cuento moral de Agustín Moreto, en el que la situación desesperada de uno de ellos le lleva a intentar suicidarse.[40]
  • Juan Valera relaciona los jornaleros y la emigración, refiriendo los oficios de los que partían de España a Argentina: "Uno decía que iba de carpintero; otro, de herrador; de zapatero, otro; de albañiles, seis o siete; tres o cuatro, de sastre, y muchísimos, de jornaleros para las faenas del campo."[41]
  • En Martín Fierro (1872) José Hernández describe la vida de los gauchos; y también, más allá de la condición social que pueda atribuirse a ese personaje de la Pampa argentina, se refiere a los "piones" (peones) de las "estancias".[42]
  • El cuento El jornalero (1893) de Leopoldo Alas (Clarín) no se dedica a la situación social de los trabajadores agrícolas, sino a la comparación de la de la clase obrera con la de un trabajador intelectual;[43]​ pero este autor refleja el problema social del campo en otros textos, incluso aportando su experiencia personal en un viaje por Andalucía entre 1882 y 1883.[44]
  • La novela La Bodega de Vicente Blasco Ibáñez (1905) se ambienta en la vida de los jornaleros de Jerez de La Frontera, desde su infancia como rempujeros y zagales de labranza ("por un real y los tres gazpachos"), su paso a la condición de gañanes, su precaria alimentación, su alojamiento en las gañanías y su decadencia a temprana edad ("cuando no habían llegado a los treinta y cinco años se sentían viejos, agrietados por dentro, como si se desplomase su vida, y comenzaban a ver rechazados sus brazos en los cortijos").[45]
  • La situación social de los jornaleros de los años treinta del siglo XX son el tema de la poesía social de Miguel Hernández en poemas como Jornaleros,[46]Andaluces de Jaén o El niño yuntero.[47]
  • Réquiem por un campesino español (1953-1960), de Ramón J. Sender, está protagonizada por un enérgico campesino que simboliza las reformas sociales de la II Repúbica. Él no es jornalero, pero toma conciencia de su penosa situación al ver las condiciones de vida (y muerte) de "la gente de las cuevas".[48]
  • Seguir de pobres es un cuento de Ignacio Aldecoa de 1953, publicado en La tierra de nadie y otros relatos, donde se narra la penuria de una cuadrilla de segadores.[49]
  • Dos días de septiembre, es una novela social de José Manuel Caballero Bonald (1962) donde se describe la vida de los jornaleros andaluces, reflejándose la muerte de un vendimiador, aplastado por una cuba de mosto.[50]

Cine[editar]

Pintura[editar]

La alegoría de las estaciones o de los meses es un tema artístico relativamente frecuente,[54]​ que permite desarrollar escenas costumbristas, destacadamente las labores agrícolas, y en ellas a los trabajadores del campo. En las más antiguas hay que suponer que se representa el trabajo servil.[55]

  • En tres de seis obras sobre los meses del año de Pieter Brueghel el Viejo: La siega del heno, La cosecha y El regreso de la manada (meses de junio-julio, agosto-septiembre y octubre-noviembre), datadas en 1565, se representan grupos de campesinos en labores propias de la época. Aunque no se determina su condición, el nivel de desarrollo de las relaciones de producción en los Países Bajos del siglo XVI correspondía a un predominio del trabajo asalariado.
  • Entre los cartones de Goya, la representación de faenas agrícolas en La vendimia se realiza en el fondo, mientras que el primer plano se reserva a unos personajes acomodados; en La era se representa un momento de diversión en medio de la cosecha de trigo. Las dos obras, parte de un conjunto de cuatro vinculadas a las cuatro estaciones, se fechan en 1786-1787. No se aclara si la condición social de los campesinos representados es la de jornaleros, pero la constante en esta serie de pinturas es la contrastar la presencia de personajes enriquecidos con la de personajes humildes.
Segadores castellonenses, de Vicente Castell (1901).

La pintura social, desde el siglo XIX, intensifica la postura crítica, representando los problemas sociales por sí mismos, con los planteamientos estéticos del realismo o, en su momento, del impresionismo (y su modalidad local, el luminismo).[56]

Topónimo[editar]

Revista[editar]

  • El Jornalero, autocalificado de "semanario defensor de los intereses del obrero", fue una revista editada en Alcoy que alcanzó a publicar 22 números, entre el 5 de octubre de 1889 y el 15 de febrero de 1890.[58]

Referencias[editar]

  1. De la precaria situación social de los yunteros desde la infancia trata el poema de Miguel Hernández El niño yuntero (ver en UNED).
  2. Esteban Oca, Nociones de agricultura para las escuelas primarias, 1899 (cuarta edición, 1914):
    Labor agrícola es toda operación mecánica hecha en el terreno para hacerle más productivo.

    Su objeto es que nazca, crezca, se desarrolle y madure la planta que se cultiva, destruyendo a la vez las plantas perjudiciales que lo estorben.

    Las más comunes son roturar, arar, cavar, escardar, segar, arrancar, acarrear y trillar.

    Hay muchos otros: regar, aventar, rastrojar... Ver también herramienta agrícola, cuyas distintas modalidades y variantes locales están adaptadas a cada una de ellas.

  3. El poema Aceituneros, de Miguel Hernández, hoy Himno oficial de la provincia de Jaén, se refiere a su situación social.
  4. Alcalá Venceslada, Antonio (1999): Vocabulario andaluz, Unidad Editorial, Barcelona, pag 294
  5. José García Lázaro y Agustín García Lázaro, Canción triste de las gañanías, Diario de Jerez, 11 de mayo de 2014. Cita muchas fuentes: Estela Zaitana, Flamencos de Gañanía -reseña en jondoweb-; Diego Caro Cancela, Burguesía y jornaleros. Jerez de la Frontera en el Sexenio Democrático (1868-1874) -ficha en Google books-; el cuento Ranoque, del Padre Coloma -texto en Google books-; la “Memoria sobre las condiciones sanitarias de Jerez de la Frontera” (1894), de Gumersindo Fernández de la Rosa; Leopoldo Porras Granero, “El pueblo en la novela española del XIX”, Gerald Brenan, El laberinto español (1943) y Blas Infante, en este texto:
    Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero… Los he contemplado en los cortijos, desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias; les he visto dormir hacinados en sus sucias gañanías, comer el negro pan de los esclavos, esponjando en el gazpacho mal oliente, y servido, como a manadas de ciervos en el dornillo común, trabajar de sol a sol, empapados por la lluvia en el invierno, caldeados en la siega por los ardores de la canícula…
    Citado por Hiniesta, E.: El siglo de Blas Infante, 1883-1981. Alegato frente a una ocultación.

    El texto completo de Blas Infante, titulado "El jornalero andaluz", en centrodeestudiosandaluces.es. El artículo de los García Lázaro en Diario de Jerez aparecía anteriormente en andaluciainformación, 10/10/2009 añadiendo una referencia a Juan Cabral Bustillos y Antonio Cabral Chamorro, Las gañanías de la campiña gaditana 1900-1930, ficha en Dialnet del que a su vez se recoge que tiene como fuentes a Ramón de Cala, Blasco Ibáñez (La Bodega -reseña en criticadelibros-), Ángel Marvaud (posiblemente se refieran a La cuestión social en España -1910 en francés, 1975 en español-) y al ya citado Gerald Brenan. Los mismos autores (García Lázaro) mantienen un blog entornoajerez donde hay tres entradas relativas a "gañanías": "Con Ramón de Cala por las gañanías de la campiña" (15/05/2016), "Con Vicente Blasco Ibáñez por la campiña jerezana. Los paisajes que recorrió el autor de La Bodega" (18/05/2014) y "Canción triste de las gañanías" (11/05/2014) -que es el artículo publicado en el Diario de Jerez.

  6. Suárez Bilbao, Fernando: La sociedad altomedieval y sus recursos, en Lynch, John y otros (2007): Historia de España, tomo 8: Los reinos medievales, El País edt., Medrid, ISBN 978-84-9815-763-5, pags.160 y 169-71
  7. Antoni Furió, España se sobrepuso a la peste negra, pero con una recuperación lenta y desigual, en El País, 21 de febrero de 2022:
    La pérdida de población había encarecido la mano de obra disponible y tanto en Castilla, la Corona de Aragón y Portugal como en Inglaterra, Francia y otros países se dictaron ordenanzas inmediatamente después de la primera irrupción de la peste en 1348, fijando los salarios de jornaleros agrícolas y artesanos, incluyendo los de las mujeres, cada vez más presentes en el mercado laboral —por la escasez de brazos mascu­linos— y cuya retribución no siempre era la mitad que la de los trabajadores varones —aunque fuese lo más habitual—, sino que dependía del tipo de tarea.

    Estas medidas de contención salarial no resultaron efectivas, como muestra su reiteración en la legislación laboral, y los trabajadores, en particular los jornaleros, vivieron una verdadera “edad de oro”, al crecer más los salarios que los precios y, por tanto, ser mayor su poder adquisitivo. Para contrarrestar el alza de los salarios, los propietarios también recurrieron a fórmulas más perversas, como la importación de esclavos. A principios del siglo XV, por ejemplo, algunos ciudadanos de Barcelona, descontentos con los immoderats salaris que pedían los labradores y braceros, proponían a los consellers de la ciudad que se comprasen esclaus i esclaves con el fin de que aquellos volviesen al salario debido y acostumbrado.

    El cataclismo demográfico repercutió igualmente en el aumento de los despoblados —al que también contribuía el éxodo rural hacia las ciudades—, el abandono de muchas explotaciones agrícolas y, en general, la reducción de la superficie cultivada. Menos tierra labrada en términos absolutos, pero más cantidad proporcionalmente para los campesinos supervivientes y un incremento de la productividad media, ya que la producción agrícola se mantuvo bastante estable e incluso aumentó en algunos momentos. Ambos factores, el retroceso de la tierra cultivada y el descenso en el número de brazos para trabajarla, acelerarían a su vez la caída de las rentas señoriales, ya afectadas por su conmutación en metálico y por la inflación, en un porcentaje que oscilaba entre un tercio y la mitad. La crisis, además, había alterado los equilibrios entre los factores de producción, encareciendo la mano de obra, mientras que la tierra y el capital resultaban más abundantes y asequibles. Como consecuencia, muchos señores, sobre todo en Castilla, transformaron sus tierras de cultivo en pastos, menos intensivos en trabajo, aprovechando también los grandes espacios vacíos que la conquista y la colonización cristianas habían creado en el centro y sur de la Península y que se incrementaron con la regresión demográfica del Trescientos.
  8. Grupo de investigación "El Reino de Sevilla en la Baja Edad Media" de la Universidad de Sevilla, citado en En la Baja Edad Media los trabajadores ya pedían créditos, El Correo, 25 de agosto de 2014.
  9. Domínguez Ortiz, Antonio (1974): El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias, Alianza Universidad, Madrid, ISBN 84-206-2042-4, pag. 165
  10. Los entrecomillados se recogen en Joseph Pérez, “La sociedad española del Renacimiento”, en Lycée International des Pontonniers. Sección Internacional Española. Première (también en cervantesvirtual). Para la disparidad de salarios entre España y Francia, recoge una cita de Jean Bodin: Ce qui atore nos Auvergnats et Limousins en Espagne [...], c'est qu'ils gagnent au triple de ce qu'ils font en France. Car l'Espagnol, hautain, riche et paresseux, vend sa peine bien cher. En cuanto a la visión más lúcida de los arbitristas, cita a Sancho de Moncada (Restauración política de España), ya en el siglo XVII, que habla del "ocio forzoso, no habiendo en qué trabajar".
  11. Noel Salomon, citado en Margarita Ortega López, III Los jornaleros en La lucha por la tierra en la Corona de Castilla al final del Antiguo Régimen: el expediente de Ley Agraria, Ministerio de Agricultura, 1986 mapa.gob.es Las cifras se confirman por el Diccionario de Hacienda de Canga Argüelles, que recoge las cifras del Censo de Godoy de 1797 (Ortega, op. cit.) Ortega también recoge, citando a Miguel Artola (Antiguo Régimen..., pg. 47), que en "el mejor censo español del siglo XVIII" el número de jornaleros era de 964.577 y el de labradores de 907.177.
  12. Margarita Ortega López, III Los jornaleros en La lucha por la tierra en la Corona de Castilla al final del Antiguo Régimen: el expediente de Ley Agraria, Ministerio de Agricultura, 1986 mapa.gob.es
  13. Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, citado en Víctor O. Martín Martín, Los jornaleros y la gran propiedad agraria en el Sur de España, Anales de Geografía 2008, vol. 28, núm. 2 pgs. 137-165 ISSN: 0211-9803
  14. Domínguez Ortiz: op.cit., pag. 166
  15. Plaza Prieto, Juan (1975): Estructura económica de España en el siglo XVIII, Confederación Española de Cajas de Ahorro, Madrid, ISBN 84-7231-267-4, pag. 259
  16. Pirenne, Jacques (1961): El siglo XVIII, liberal y capitalista, en Historia Universal, vol.4 Edt. Éxito, Barcelona, pag. 246
  17. Carrión, Pascual (1974): Los latifundios en España, Edt. Ariel , Barcelona
  18. Lara Sánchez, Francisco (1977): La emigración andaluza, Ed. de la Torre, Madrid, ISBN 84-85277-12-0, pag.37
  19. Lara Sánchez: op.cit., pag.59
  20. Moreno, Isidoro (1977): Andalucía: Subdesarrollo, clases sociales y regionalismo, Manifiesto Edt., Madrid, ISBN 84-85333-01-2, pag.30
  21. Díaz del Moral (1973): Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Alianza Editorial, Madrid, ISBN 84-206-2063-7, pag.63 y ss.
  22. Kaplan, Temma (1977): Orígenes sociales del anarquismo en Andalucía, Grijalbo, Barcelona, ISBN 84-7423-021-7, pag.25
  23. Díaz del Moral: op.cit., pag. 80
  24. Kaplan: op.cit., pag. 121
  25. Kaplan: op.cit., pag. 228
  26. Tuñón de Lara, Manuel (1978): Luchas obraras y campesinas en la Andalucía del siglo XX, Siglo XXI, Madrid, ISBN 84-323-0296-1, pags 59 y 65
  27. Tuñón de Lara: op.cit., pag. 105
  28. Tuñón de Lara: op.cit., pag. 134
  29. Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología, voces Jornal - Jornalero:
    En la antigüedad, era frecuente pagar en especie (Gn. 29:15, 20; 30:28-34), pero también con plata (Ex. 2:9). La Ley de Moisés ordenaba pagar a los jornaleros al caer la tarde (Lv. 19:13; Dt. 24:14, 15). Los profetas denunciaban a los que retení­an el jornal debido a sus trabajadores (Jer. 22:13; Mal. 3:5; Stg. 5:4). En la época de Cristo, el salario de un dí­a de trabajo era de un denario (equivalente a unos cuatro gramos de plata, cfr. Mt. 20:2). La capacidad de compra de esta suma era grande, aunque no la conocemos con exactitud (cfr. Lc. 10:35).

    y Asalariado:

    Estos se distinguí­an de los siervos domésticos, que generalmente eran esclavos. Los asalariados se contrataban por dí­as, y se les pagaba al acabar el dí­a. Un asalariado del sacerdote no era considerado parte de la familia, y no se le permití­a comer de las cosas santas, en tanto que los esclavos eran considerados parte integrante de la familia (Lv. 19:13; 22:10; Dt. 15:18; 24:14; Jb. 14:6; Mal. 3:5). Los asalariados son contrastados en el NT con el pastor dueño de las ovejas (Mt. 20:1-8; Lc. 15:17, 19; Jn. 10:12, 13). El asalariado o jornalero es el que se ajusta, mediante contrato, para realizar un trabajo, fijo o eventual. En la Biblia este trabajo es de agricultura (siembra, recolección, vendimia) o de ganaderí­a (pastoreo) (cf. Mt 20,1-16). El jornalero tiene derecho a un salario justo (Mt 10,10; Lc 10,7; Jn 4,36). El contrato de trabajo debe ser también justo (Mt 20,2; Lc 3,14). No pagar o diferir el pago del jornal es una grave injusticia (Lev 19,13; Dt 24,14): jornada realizada, jornada pagada (Mt 20,8). Lo es también explotar al obrero con salarios de hambre (Sant 5,4). En el orden religioso esta terminologí­a adquiere significados profundos: el simple asalariado sólo está pendiente del jornal, sin adquirir serios compromisos de entrega (Jn 10,12ss); el hombre fiel y entregado, el que se fí­a de Dios, lo recibe todo de El no como una deuda, sino como un don (Mt 20,14ss); Dios mismo se ofrece como salario, como recompensa al buen trabajador (Mt 5,12; 6, 4-18). ... La Ley estipulaba que el trabajador asalariado no deberí­a participar de la Pascua, de lo que se desprende que en Israel muchos de estos trabajadores eran incircuncisos; sin embargo, a los esclavos circuncisos sí­ les estaba permitido, pues se les consideraba miembros de una de las familias israelitas. Algo parecido ocurrí­a con los trabajadores asalariados de un sacerdote, a quienes se les prohibí­a comer de las cosas santificadas, mientras que esta prohibición no se aplicaba a los esclavos circuncisos, ya que a estos se les consideraba miembros de la casa del sacerdote. (Ex 12:43-45; Le 22:10, 11.) Al israelita que por haber sufrido serios reveses económicos se vendiese como esclavo al servicio de un coterráneo, un residente forastero, un poblador o un familiar de un residente forastero, no se le podí­a tratar con tiraní­a, sino con la consideración que se otorgaba a los asalariados. Si después no le era posible beneficiarse del derecho de recompra, debí­a ser puesto en libertad en el séptimo año de su servidumbre o en el año del Jubileo, según lo que llegase primero. (Ex 21:2; Le 25:39, 40, 47-49, 53; Dt 15:12.) A veces los patronos abusaban de sus asalariados. A este respecto, Jehová advirtió a través del profeta Malaquí­as que intervendrí­a como testigo veloz contra los que actuaban fraudulentamente con el salario del trabajador asalariado. (Mal 3:5; véanse además Snt 5:4) Por lo general, el asalariado estaba ansioso por terminar su jornada laboral y recibir su paga. (Job 7:1, 2.) En ocasiones los asalariados no tomaban en serio los intereses de su patrono, situación que se infiere del comentario de Jesús respecto al asalariado que huye cuando se ve ante el peligro, a diferencia del Pastor Excelente, que entrega su alma a favor de las ovejas. (Jn 10:11-15; véase además Jer 46:21.)
  30. Reina Valera 1960 Se ha señalado que la expresión "en casa de mi padre" es una adición, puesto que en la Vulgata inicial sería "de mi padre" (... instead of the Jeromian form quanti mercennarii patris mei abundant panibus, we find the variant quanti mercennarii in domo patris mei abundant panibus...) H. Glunz, History of the Vulgate in England..., Cambridge, 1933. La palabra "mercennarii" no designa a los "mercenarios" sino a los trabajadores manuales asalariados. "Por regla general, los trabajadores intelectuales recibían unos honoraria (honorarios) por el trabajo realizado, mientras que los trabajadores manuales percibían una merces (renta, que aquí sería el equivalente de un salarium o salario), en función de la forma contractual con la que se hubiese formalizado el acuerdo de trabajo. Por el hecho de recibir una merces en las fuentes los trabajadores aparecen denominados mercennarii (trabajadores manuales, no especializados, asalariados, de donde procede el vocablo “mercenario”)." (Santiago Castán Pérez-Gómez, La vida laboral en Roma..., The Conversation-National Geographic, 15 de octubre de 2021).
  31. Texto en ciudadseva
  32. Texto en padreeduardosanzdemiguel. Las traducciones habituales de este pasaje (capítulo 8, versículos 11 y 12) utilizan otros términos: "Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, La cual entregó á guardas, Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto. Mi viña, que es mía, está delante de mí: Las mil serán tuyas, oh Salomón, Y doscientas, de los que guardan su fruto." (Reina Valera).
  33. José Antonio López Calle, La filosofía social del Quijote (IV): el estamento popular, en El Catobeplas nº 188, verano de 2019. Andrés aparece, sin ser nombrado, en el capítulo 4 de la Primera Parte CVC y luego, con ese nombre, en el 31 de la Primera Parte CVC. El de la madrugada en El Toboso, capítulo 9 de la Segunda Parte dice así: "—Señor —respondió el mozo—, yo soy forastero y ha pocos días que estoy en este pueblo sirviendo a un labrador rico en la labranza del campo." CVC.
  34. Acto II (texto en cervantesvirtual):
    LUJÁN

    En forma de segador, a Peribáñez, señor -tanto el apariencia engaña- pedí jornal en su trigo, y, desconocido, estoy en su casa desde hoy. COMENDADOR ¡Quién fuera, Luján, contigo! LUJÁN Mañana, al salir la aurora, hemos de ir los segadores al campo; mas tus amores tienen gran remedio agora que Peribáñez es ido a Toledo, y te ha dejado esta noche a mi cuidado; porque, en estando dormido el escuadrón de la siega alrededor del portal, en sintiendo que al umbral tu seña o tu planta llega, abra la puerta, y te adiestre por donde vayas a ver esta invencible mujer. ... CASILDA No hay en casa que temer, que duermen en el portal los segadores. ... LLORENTE A quien ha de madrugar dormir luego le conviene. MENDO Digo que muy justo es. Los ranchos pueden hacerse. CASILDA Ya vienen a recogerse los segadores, Inés. INÉS Pues vamos, y a Sancho avisa el cuidado de la puerta. LLORENTE Muesama acude a la puerta. Andará dándonos prisa por no estar aquí su dueño. BARTOLO Al alba he de haber segado todo el repecho del prado. CHAPARRO Si diere licencia el sueño... Buenas noches os dé Dios, Mendo y Llorente. MENDO El sosiego 380 no será mucho, si luego habemos de andar los dos con las hoces a destajo aquí manada, aquí corte. CHAPARRO Pardiez, Mendo, cuando importe, 385 bien luce el justo trabajo. Sentaos, y, antes de dormir, o cantemos o contemos algo de nuevo, y podremos en esto nos divertir. BARTOLO ¿Tan dormido estáis, Llorente? LLORENTE Pardiez, Bartol, que quisiera que en un año amaneciera cuatro veces solamente. HELIPE ¿Hay para todos lugar? MENDO ¡Oh Helipe! Bien venido. LUJÁN Y yo, si lugar os pido, ¿podréle por dicha hallar? CHAPARRO No faltará para vos. Aconchaos junto a la puerta. BARTOLO Cantar algo se concierta. CHAPARRO Y aun contar algo, por Dios. LUJÁN Quien supiere un lindo cuento, póngale luego en el corro. CHAPARRO De mi capote me ahorro 405 y para escuchar me asiento. LUJÁN Va primero de canción, y luego diré una historia que me viene a la memoria. MENDO Cantad. LLORENTE Ya comienzo el son. (Canten con las guitarras.) ... LUJÁN Ya comienzan a dormir. Seguro por ellos pasa, que un carro puede pasar

    sin que puedan despertar.
  35. A la limosna... en Las tres musas últimas castellanas, recogido en Wikisource
  36. Texto en adurcal
  37. Google books: "... desabrido con sus iguales, atrevido con los que mira como inferiores, envidioso de los que gozan más que él, tosco y grosero con todos.... El jornalero de Madrid gasta frac o levita como el elegante; pero un gran número de individuos de la clase no han podido renunciar a su distintivo peculiar, la vara.... El jornalero de Madrid concurre al teatro... Gusta más de los toros.... en España hasta ahora los jornaleros trabajaban menos que los jornaleros de otros países, comían mejor, y aunque vestían con más desaliño, se portaban con más honradez... Hoy su suerte ha variado mucho: hoy no tienen que trabajar... con esto está dicho todo."
  38. texto en albalearning
  39. Los emigrantes, 1908, en Wikisource
  40. Y apenas el horizonte

    empezaba a coloriar, los pájaros a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar.

    Éste se ata las espuelas se sale el otro cantando, uno busca un pellón blando, éste un lazo, otro un rebenque, y los pingos relinchando los llaman desde el palenque.

    El que era pión domador enderezaba al corral, ande estaba el animal bufidos que se las pela... Y más malo que su agüela se hacía astillas el bagual.

    ...

    Yo he visto en esa milonga muchos Gefes con estancia, y piones en abundancia, y majadas y rodeos; he visto negocios feos a pesar de mi inorancia.

    ...

    Después me contó un vecino que el campo se lo pidieron- la hacienda se la vendieron en pago de arrendamientos, y qué sé yo cuántos cuentos, pero todo lo fundieron.

    Los pobrecitos muchachos entre tantas afliciones, se conchavaron de piones. ¡Mas qué iban a trabajar si eran como los pichones sin acabar de emplumar!

    Por hay andarán sufriendo de nuestra suerte el rigor: me han contado que el mayor nunca dejaba a su hermano- puede ser que algún cristiano

    los recoja por favor.
  41. Texto en Cervantes Virtual. Lo mismo ocurre con la exitosa novela melodramática y anticlerical de Wenceslao Ayguals de Izco María o la hija de un jornalero (1845-1856), donde el "jornalero" padre de María es un obrero en paro.
  42. Citado en Yvan Lissorgues, El problema agrario en España: Leopoldo Alas, Clarín, y Adolfo Buylla en la estela de Jovellanos o del optimismo de arriba a la dolorosa esperanza de abajo, 1931
    El hambre es tal que sale al paso en los caminos, entra en las tahonas a coger el pan, convierte en gritos de motín los ayes de sus dolores. [En Córdoba] La miseria se exhibe por las calles, [...] multitud apiñada, haciendo cola, hombres tristes y como soñolientos [...], se ve al pobre demandando trabajo, como pobre a la puerta del convento, ante los umbrales de la casa del municipio. [...] Desde que se entra [en Jerez], se ve aquí, como en Córdoba, la miseria por las calles; pero aquí en estado de mendicidad [...]. Al mediodía, por las calles céntricas [...], salen al paso muchos, pero muchos braceros sin trabajo, que piden, ya sin miedo, una limosna.
  43. Recogido en entornoajerez, web citada
  44. En Viento del pueblo (1937) citado en poesi.as
  45. Texto en UNED
  46. Fragmentos recogidos en intelijencia y en lleixes:
    Fueron a las afueras del pueblo, donde ya no había casas, y la gente vivía en unas cuevas abiertas en la roca. Se entraba en ellas por un agujero rectangular que tenía alrededor una cenefa encalada. ... Entraron bajando la cabeza y pisando con cuidado. Había dentro dos cuartos con el suelo de losas de piedra mal ajustadas. Estaba ya oscureciendo, en el cuarto primero no había luz. En el segundo se veía sólo una lamparilla de aceite. Una anciana, vestida de harapos, los recibió con un cabo de vela encendido. El techo de roca era muy bajo, y aunque se podía estar de pie, el sacerdote bajaba la cabeza por precaución. No había otra ventilación que la de la puerta exterior. La anciana tenía los ojos secos y una expresión de fatiga y de espanto frío. En un rincón había un camastro de tablas y en él estaba el enfermo. El cura no dijo nada, la mujer tampoco. Sólo se oía un ronquido regular, bronco, persistente, que salía del pecho del enfermo. ... La silueta del enfermo –que tenía el pecho muy levantado y la cabeza muy baja– se proyectaba en el muro, y el más pequeño movimiento del cirio hacía moverse la sombra. Descubrió el sacerdote los pies del enfermo. Eran grandes, secos, resquebrajados. Pies de labrador.

    ...

    - A mi no me importa estar sin guardia civil.

    - No seas badulaque.

    - Digo la verdad, Mosén Millán.

    - ¿Pero tú crees que sin guardia civil se podría sujetar a la gente? Hay mucha maldad en el mundo.

    - No lo creo.

    - ¿Y la gente de las cuevas?

    - En lugar de traer guardia civil, se podían quitar las cuevas, Mosén Millán.

    - Iluso. Eres un iluso.

  47. Texto en ciudadseva Referencia en goodreads
  48. Fernando Larraz y Cristina Suárez, Realismo social y censura en la novela española (1954-1962), Creneida nº 5, 2017.
  49. Ficha en La Vanguardia.
  50. Ficha en tecuentolapelicula
  51. Ficha en La Vanguardia
  52. Alegoría de las cuatro estaciones, de David Teniers el joven, en Impact-Arte.
  53. Marta Poza Yagüe, Las labores de los meses en el Románico Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. I, nº 1, 2009, pp. 31-42. e-ISSN: 2254-853X n : "Como motivo iconográfico, gestado en época carolingia pero realmente desarrollado durante el románico, cada mes se asocia con la representación de una labor campesina, realizada, normalmente, por un único personaje, figurado de perfil y en actitud dinámica, con el fin de subrayar los aspectos narrativos del episodio a pesar de la ausencia de composiciones amplias o de escenas integradas por múltiples figuras. ... el texto que parece que jugó un papel primordial fue el denominado Cronógrafo del 354, atribuido al calígrafo pontificio Furio Dionisio Filócalo. Obras conservadas y transmitidas a partir de múltiples copias en los monasterios altomedievales, fueron el punto de partida de los carmina mensium compuestos en época carolingia y otónida, cuyas descripciones detalladas de las actividades campesinas de cada uno de los meses se encuentran detrás de las primeras representaciones figurativas del tema (como la conservada en un Aratea de Viena, de mediados del s. IX [Aratea carolingia (830). Viena, Österreichische Nationalbibliothek, 387, fol. 90v: figuración de los meses del año]... la Península Ibérica parece que jugó un papel protagonista en la monumentalización del tema y en su difusión, posiblemente, a través de las vías de peregrinación. Allí, en la primera década del siglo XII, ven la luz las lastras pétreas de la Porta Francigena compostelana (ca. 1105) [1] y los frescos del Panteón Real de San Isidoro y de la pequeña ermita de San Pelayo de Perazancas (ambas de hacia 1100). No mucho más tarde, con una cronología próxima a 1115, figura en las jambas de la Porta della Pescheria del Duomo de Módena, en Italia; y, antes de concluir el primer cuarto de la centuria se labraron en los medallones de sendas arquivoltas para los ingresos principales de San Lázaro de Autun y la Magdalena de Vézelay, en Borgoña. En todos estos territorios, a partir de mediados de siglo (Ripoll, Brinay, Aulnay-de-Saintonge, San Zeno de Verona…) y durante toda la segunda mitad, la iconografía de las labores de los meses alcanzará la decoración, no sólo de las grandes fábricas, sino también de las pequeñas iglesias del ámbito rural (Beleña de Sorbe, Campisábalos, Hormaza, San Claudio de Olivares, El Frago, claustros de Santa Sofía de Benevento y de la catedral de Monreale…). Es también ahora el momento en el que, en el entorno artístico de l’Île de France, son adoptados como motivo por el nuevo estilo gótico (fachada de la abacial de Saint-Denis y Portada Real de Chartres); hecho que sucederá en Italia a comienzos del XIII de la mano del taller de Benedetto Antelami (Baptisterio de Parma, prótiro de la catedral de Cremona y la denominada Puerta de los Meses de San Giorgio de Ferrara). En otros lugares, como Alemania o Inglaterra, más alejados de los grandes centros creadores de la tipología y con un arte dependiente en gran medida del mundo de la ilustración libraria, su presencia será más minoritaria y su aparición se retrasará, casi sin excepción, a la segunda mitad de la duodécima centuria." POZA YAGÜE (2009): "Calendario", Base de datos digital de Iconografía Medieval. Universidad Complutense de Madrid.
  54. Arte historia. La Modernización de la Pintura Española: El Realismo Social. Obras en el Museo del Prado. Pintura social de Sorolla - Ministerio de Cultura.
  55. La siega en Andalucía
  56. Ficha en cervantesvirtual

Véase también[editar]